Vamos a regresar en el
tiempo para recordarte que has sido tú, en compañía de todo un equipo quien ha
esbozado esta encarnación y las otras que has tenido. Tú elegiste la obra que
interpretarías en el gran teatro de la vida y has decidido las experiencia por
las que pasarías… Escogiste con dedicación a cada uno de los que representarían
el papel de tus enemigos o adversarios… Juntos acordaron sacar lo mejor del
otro y salieron al escenario –nacieron– a representar su mejor papel… pero la
vida terrena nos hace perder conciencia y por eso olvidamos para que hemos
venido y con quienes trabajaremos en pulir ese diamante en bruto que somos tú y
yo.
Estamos aquí en la Tierra,
encarnados en un cuerpo experimentando la vida humana y como aprendices de las
más diversas materias. Esta vida es como la obra que hemos elegido interpretar para
aprender lo más difícil: a relacionarnos con los demás desde el corazón o el
alma.
Relacionarnos desde el
corazón cuesta mucho porque tenemos tantas capas, tantas corazas que nos cubren
y siempre es más cómodo relacionarnos desde la mente y compartir con los demás
información en vez de sentimientos… pero la energía de los tiempos venideros
son más amorosas que intelectuales y pedirán en nosotros relaciones de
sentimientos verdaderos ya sean filiales, fraternales, amistosas, maritales o
sociales…
Ver enemigos en los demás
es vivir profundamente dormidos, haber perdido la conexión con el alma y no
recordar lo pactado al venir juntos en esta encarnación.
Ese “enemigo” es en
realidad un maestro que ha elegido ayudarte a desarrollar alguna capacidad y
por eso se presta para ser tu adversario. Si pudiéramos elevarnos por sobre la
condición humana veríamos tan claro todo y nos evitaríamos muchos sinsabores…
pero es parte del trabajo que debemos hacer en la tridimensionalidad descubrir
también que somos una dualidad y siempre estamos optando entre vivir cada
experiencia desde el alma o desde el ego.
Por eso considero que el
perdón es una de las artimañas que tiene el ego para mantenerte controlado… Es
cierto que uno debe pedir disculpas cuando reconoce que se ha equivocado, pero
de ahí a estar encadenados –desde ambos lados– por el perdón distan unos
cuantos años luz…
Convéncete desde ahora que
no tienes que perdonar a nadie y nadie debe perdonarte… Te liberas de la rabia
o el rencor aceptando que “la herida” que crees que te han causado te la haces
tu mismo al quedar encadenado en esa supuesta ofensa.
Si miras para atrás
descubrirás que muchos de los “agravios” que te han causado han servido para
darte un impulso hacia algo nuevo y en vez de quedarte vibrando en las bajas
frecuencias del resentimientos, debieras empezar a sintonizar con las elevadas vibraciones
de la gratitud.
Por eso hoy, desde mi más
profundo sentir quiero darle las gracias a todas las personas que me
lastimaron, me ofendieron, me criticaron, me calumniaron, me traicionaron y me
vilipendiaron… ¡Gracias! Porque de todas esas experiencias extraje profundas
enseñanzas que me han ayudado a buscar por los caminos del espíritu y
convertirme en el ser que ahora soy…
Gracias porque se que yo
los elegí para poder cerrar algún ciclo y empezar buscando por otros caminos…
Gracias porque no tengo
nada que perdonar a nadie…
Si reenvias este texto, respeta el trabajo de la autora, no elimines ni cambies su nombre ni el texto. Cita la fuente correctamente. Se consciente de tu ética espiritual.
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