Se hallaba el Buda en el
bosque de Jeta, cuando llegaron numerosos ascetas de diferentes escuelas y
tendencias filosóficas. Algunos decían:
- El mundo es eterno.
Eso es lo cierto y todo lo demás es un engaño.
Otros aseguraban:
- El mundo no es eterno
y esta es la única verdad.
Unos aseveraban que el
mundo es infinito y otros que el mundo es finito. Unos, que el cuerpo y el alma
son lo mismo, y otros, que son dos realidades diferentes. Algunos, que el Buda
tiene existencia tras la muerte, y otros, que carece de tal. Otros, que el Buda
ni existe ni no existe tras la muerte. Y así cada uno de ellos sostenía sus
puntos de vista, en la convicción de que los suyos eran los verdaderos y los
demás los falsos. Así pasaban su tiempo en cerradas polémicas e incluso
llegaban a la indignación y el insulto. Todo ello fue oído y visto por un grupo
de monjes, que después le relataron al Bienaventurado lo sucedido. Buda
comentó:
- Monjes, esos
disidentes son ciegos que no ven, que desconocen tanto la verdad como la no
verdad, tanto lo real como lo no real. Ignorantes, polemizan y se enzarzan como
me habéis relatado. Ahora os contaré un suceso de los tiempos antiguos.
Érase una vez seis
hombres sabios que vivían en una pequeña aldea.
Los seis sabios eran
ciegos. Un día alguien llevó un elefante a la aldea. Los seis sabios buscaban
la manera de saber cómo era un elefante, ya que no lo podían ver.
“Ya lo sé”, dijo uno de
ellos. “¡Palpémoslo!”. “Buena idea”, dijeron los demás. “Ahora sabremos como es
un elefante”. Así, los seis sabios fueron a “ver” al elefante.
El primero palpó una de
las grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia adelante y hacia
atrás. “El elefante es como un gran abanico”, gritó el primer hombre.
El segundo tanteó las
patas del elefante. “Es como un árbol”, exclamó.
“Ambos estáis
equivocados”, dijo el tercer hombre. “El elefante es como una soga”. Éste le
había examinado la cola.
Justamente entonces el
cuarto hombre que examinaba los finos colmillos, habló: “El elefante es como
una lanza”.
“No, no”, gritó el
quinto hombre. “Él es como un alto muro”, había estado palpando el costado del
elefante.
El sexto hombre tenía
cogida la trompa del elefante. “Estáis todos equivocados”, dijo. “El elefante
es como una serpiente”.
“No, no, como una soga”.
“Serpiente”.
“Un muro”.
“Estáis equivocados”.
“Estoy en lo cierto”.
Los seis hombres se enzarzaron en una interminable discusión durante horas
sin ponerse de acuerdo sobre cómo era el elefante.
Cuento tradicional zen
Mer
Cuento tradicional zen