Así como los árboles
crecen elevando sus ramas hacia el cielo, por debajo de la tierra sus raíces
también crecen hacia lo profundo buscando nutrientes para vigorizarse y seguir
creciendo. Se diría que el árbol tiene otra vida además de la que nos muestra a
todos nosotros y esa es su vida interior… pero nosotros, los humanos, no todos
desarrollamos ese mundo interior que nos fortalece desde dentro, la mayoría
solo vive preocupado de su desarrollo externo y cuida lo que se ve, descuidando
esa parte oculta para los demás pero tan importante para mantenernos
equilibrados en el diario vivir.
El mundo interior se gesta en la soledad y el
silencio, cuando dejamos de oír lo que proviene desde afuera o ese eterno
runrunear de la mente y empezamos a escuchar al corazón, al alma, a la voz
interior… a veces basta con un instante de conexión para sentirnos plenos
totalmente, pero cada vez se vuelve más necesario encontrar ese espacio donde
parece que el mundo se detuviera y nos abriera la puerta hacia otra dimensión… allí
entramos en los dominios del alma y todo lo que en el afuera nos parece
importante deja de serlo porque nos enfrentamos con el valor real de cada cosa
y situación.
Recuerdo que desde niña creé mi universo interior.
Me bastaba con cerrar los ojos para encontrarme con lo que yo realmente era y
en donde me sentía plena. Ahí nadie podía encontrarme y desde siempre cultivé
mi espacio interno, ese jardin secreto, ahí donde nadie más cabía porque lo llenaba yo. Un lugar
secreto donde solo permití la entrada a muy pocas personas –me sobran dedos de
una mano al enumerarlas– y donde yo me sentía feliz.
Con el tiempo fui cambiando las maneras de llenar
ese espacio interior, pero puedo recordar que los momentos en que he disfrutado de mayor armonía han sido
cuando me he mantenido conectada a esa dimensión dentro de mi, así como los
momentos difíciles llegaron cuando dejé de nutrirme con esa luz interna y me
perdí en la penumbra de lo externo.
En el mundo interior le cedemos el gobierno al
alma ya que en el mundo exterior el mando lo tiene la mente/ego que es quien se
pierde entre lo ilusorio para vanagloriarse de cosas que cuando estamos refugiados
en nuestro mundo interior carecen totalmente de sentido.
Conozco muchas personas que me dicen ser
incapaces de crear ese espacio, lo que a mi me parece increíble, pero ahora he
descubierto que es precisamente porque viven desde la mente y desconectar la
cabeza se les hace imposible.
Muchas veces la vida obliga a las personas a
desconectar la mente con aquellos procesos que conocemos como crisis: De pronto
algún suceso no programado nos descoloca y nos
saca del entorno de comodidad para ubicarnos en otro lugar que nos obliga a
escuchar al corazón o alma… Ahí uno se reencuentra con lo que es, se abraza,
recuerda su origen, se recarga de energías y fluye… lo malo es que una vez
pasada la crisis se retoma la vida externa y la vida interior queda nuevamente
postergada.
Siempre podemos empezar a cultivar nuestro mundo
interior. A veces basta con cerrar los ojos en el metro o en el ascensor para
llegar a ese espacio donde nos sentimos tan felices. Otras cuesta un poco más…
pero algo que a todos siempre nos ayuda a llegar hasta ese espacio es la
meditación…
Te deseo un feliz retorno a ese lugar desde donde
provienes y donde nunca más vas a querer alejarte: Tu mundo interior…
Me® Si reenvias este texto, respeta el trabajo de la autora, no elimines ni cambies su nombre ni el texto. Cita la fuente correctamente. Se consciente de tu ética espiritual.
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