Pero para mi el invierno comenzó hoy… y no solo porque se ha desatado este el tan anunciado
temporal sobre Santiago y algunas regiones… sino porque justo ahora puedo
recogerme en la calma de mi hogar y quedarme quieta disfrutando del placer de
ir hacia adentro… Tuve un primer semestre muy agitado porque se me ocurrió
estudiar y no se me ha hecho tan fácil como esperaba. Al parecer mis células
del cerebro ya no están tan ágiles, además de que me reparto entre múltiples actividades
y compromisos familiares, laborales y otros… Mi cuerpo y mi mente reclaman
descanso. Pero mi alma sigue siendo esa niña revoltosa que quiere seguir
jugando a vivir.
Estuve retirada de la red, de los
amigos, de la rutina… recién regresando para volcarme en mi viaje al interior…
Allí donde me reconcilio con mis sueños, saludo bien de cerca a mis miedos y puedo
ver sus caras, que de verdad a estas alturas, no me parecen tan horrorosas… Vengo
dispuesta a divorciarme de ellos porque no me son necesarios… Cerré la etapa de
las excusas y ahora asumo responsabilidades... ya era bueno…
Hice una profunda sanación con mi
cuerpo y mi mente… muchos jugos verdes, blancos, amarillos, naranjas y rojos...
meditación varias veces al día y el toque mágico de bailar al compás de mi
música interna… Sí… muchos dicen que estoy loca –y lo estoy– porque bailo al
compás de ritmos que brotan de mi alma… mi único compañero es mi perro que
primero me mira desconcertado y luego se une al esta danza siempre improvisada.
Lo que va corrido del año han sido
meses tan poderosamente depurativos en todos los sentidos. La energía de
nosotros, así como la del planeta ha variado muchísimo. Cruzamos la puerta
hacia otro ciclo de esta interminable espiral luminosa ayudados por las vibraciones
de muchos planetas en retrogradación que nos arrastran con ellos para ir hacia
atrás para recordar… para volver a conectar... por eso se vuelve imperioso
encontrar refugio en el interior del hogar, de la familia y sobre todo en el
interior de nosotros mismos… para hacer esta reflexión…
Hay un espacio sagrado dentro de
nosotros que muchos desconocen y allí no hay frio ni soledad… es nuestro Sol Interior
que nos completa, nos entrega su calor y
brillo de Luz divina que trae más y más conciencia para crecer.
Por eso en esta época hacemos
reposo… La calma y la quietud son la antesala de los encuentros con nosotros
mismos, del regocijo del alma… del descanso y del vacío. Momento para recoger la última gota de savia desde nuestras raíces y conectar
con nuestros ancestros, con todo el inconsciente personal.
Quisiera tener el valor de esas
ramas desvestidas del árbol que estoy mirando para despojarme de todo y en esa
desnudez reencontrarme con mi esencia… pero de a poco… Ya me he despojado de
tantas cosas que creo que muy pronto seré capaz de quedar con solo lo esencial,
no solo de mi misma sino de lo que preciso para vivir y podré disfrutar de observar el paisaje siempre cambiante de
todos los días de vida.
Esta calma invernal es para seguir
revisando nuestros armarios, físicos e internos y vaciarlos de todo lo
inservible: pensamientos, creencias, objetos, costumbres, espacios, rutinas, personas…
Sí… muchos seres que nos acompañaron durante la vida y que ya no vibran en
sintonía con nosotros deben quedarse… y no es falta de amor ni compasión… es
por respeto a nosotros mismos... no podemos quedarnos en ambientes que vibran
aún en la queja, el temor, el victimismo, la rabia, la envidia, la competencia,
el orgullo…
Honro a todos los que se quedaron y
también a quienes me adelantan…mi viaje por esta vida lo hago a mi propio
ritmo… Dejé de bailar al compás de ruidos externos…
Por ahora aquí sigo… en la quietud
del invierno…
En Amor y Conciencia.
Me® En Amor y Conciencia.
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