Todo el mundo está
sufriendo tanto que necesita encontrar una razón cualquiera para explicarse a
sí mismo el porqué de su sufrimiento. Y la sociedad te ha dado una buena
estrategia: juzga.
Primero,
naturalmente, te juzgas a ti mismo en todo. No hay hombre perfecto y no lo
puede haber —la perfección no existe—, así
que juzgar es muy fácil. Eres imperfecto, por tanto hay cosas que lo
demuestran. Y entonces te enfadas, te enfadas contigo y con el mundo entero.
¿Por qué no soy perfecto? Y entonces miras con una única idea: buscar en los
demás las imperfecciones.
Y entonces quieres
abrir tu corazón, naturalmente, pues a menos que abras tu corazón no puede
haber celebración en tu vida, ésta estará casi muerta. Pero no puedes hacerlo
directamente. Tienes que arrancar tus condicionamientos de raíz.
Así pues, la primera
cosa es dejar de juzgarse uno mismo.
En lugar de juzgarte,
empieza a celebrarte con todas tus imperfecciones, tus fragilidades, errores,
fallas. No te exijas ser perfecto. Eso es simplemente pedir lo imposible, y
luego te sentirás frustrado.
Después de todo, eres
un ser humano.
Me®
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