jueves, 2 de septiembre de 2010

Kintsugi...


Existe en Japón un viejo arte que repara objetos dañados enalteciendo la zona estropeada rellenando sus grietas con un fuerte adhesivo y cubriéndola luego con oro y en ciertos lugares con plata. Ellos celebran y acentúan el defecto de esa parte de la pieza porque para los orientales esa es la prueba de la fragilidad e impermanencia de las cosas terrenales.

Ellos tienen la creencia de que cuando algo sufre un golpe y ha quedado partido o trizado se vuelve más hermoso, más real, debido a que ahora si tiene una historia para contar. Han sobrevivido al golpe o la caída así que ahora serán más y resistentes.

Eso lo aplican también a las personas. Cuando alguien ha vivido experiencias duras, pérdidas, fracasos, en vez de compadecerlo lo enaltecen, porque ha demostrado su fuerza y capacidad de resilencia.

Contrariamente a lo que ocurre en nuestra cultura donde la tendencia es ocultar las duras experiencias, los golpes o quebraduras, el dolor, la tristeza y los errores o equivocaciones, quienes practican este milenario arte buscan resaltar la herida de la pieza para demostrar que algo que ha sido capaz de soportar un duro golpe se vuelve mucho más valioso porque ha ganado en fortaleza porque se ha convertido en la zona de mayor resistencia de la pieza. No será fácil destruirla.

También en la cultura occidental somos reacios a reparar… cuando algo se rompe, por bello que sea y aunque tenga cierto valor monetario, se tira a la basura porque existe la superstición de que “trae mala suerte”, pero es una forma de quitar de nuestra vista esa pérdida para mantenernos alejados de la idea de impermanencia y así no recordar que todo puede variar de un momento a otro… que nada es eterno en este plano.

En los currículos de las personas “exitosas” nunca cuentan sus caídas, sus tropiezos o derrotas… Quedaría mal visto. Pero la verdad es que podría ser muy bien visto conocer que esa persona se ha sobrepuesto a un dolor, hablaría de su fortaleza, de su capacidad de reconciliarse con la vida.

Desde la mirada del ego una caída, una rotura, un quiebre, una marca puede significar la derrota en esta vida y no volver a levantarse jamás… pero tras los ojos del espíritu, una caída es una oportunidad para hacerte más fuerte, levantarte, sacudirte, tragarte el orgullo y seguir caminando… Se puede!

También podemos llevar esta reflexión hacia los otros, cuando quebramos o destrozamos a los demás con palabras o acciones ¿Nos tomamos el tiempo de reparar ese daño? Y si somos capaces de hacerlo ¿Resaltaríamos esa herida con oro? O la mantendríamos oculta para que nadie se entera que alguna vez entre nosotros hubo un quiebre? A veces una relación puede fortalecerse aún más con un buen golpe…

Miremos la vida de otra manera… enfoquemos con ojos de artista para ver el detalle y encontrar belleza en ese pequeño “defecto” o cicatriz que llevan los demás en su cuerpo o su alma… Eso los vuelve más hermosos… Han debido recurrir a todo su valor para superar el dolor y el proceso de sanación o cicatrización. Una persona herida es más consciente, más espiritual…

Entonces yo los invito a practicar en Kintsugi en nuestra alma, en el alma de los demás… podemos reparar un corazón roto, un alma herida… Podemos poner hilos de amor y compasión ahí donde el daño es más grande y resaltarlo para no olvidar que somos humanos, que la vida es frágil y que un dolor o una crisis son parte del crecimiento en esta vida… pero que no debemos derrotarnos… porque lo que quiere transmitirnos el Kintsugi es que somos auténticos guerreros de esta vida… Hemos venido a vencer dificultades y a no rendirnos jamás…

Un abrazo mis queridos lectores…

Me® 

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