miércoles, 16 de junio de 2010

La Fiebre Roja

Desde hace un tiempo los chilenos sufrimos una enfermedad endémica llamada “Fiebre Roja”. Sus primeros síntomas se sintieron en los últimos meses del pasado año cuando avizoramos las posibilidades de clasificar para el mundial… Debo confesar que nunca me ha gustado el fútbol así que hasta hoy me mantuve inmune a esta fiebre y miraba a todos los infectados con una mezcla de compasión por ser esclavos de una pasión tan fuerte y envidia porque los síntomas de esta peste son: Un entusiasmo desmedido, alegría incontrolable, infinitas esperanzas, grandes expectativas y confianza ilimitada… Así cualquiera quiere contagiarse.
Esta mañana la enfermedad hizo crisis y fui espectadora de cómo un pueblo era devorado por esta afección. Salí a las 8:30 de mi casa y las calles estaban desiertas, el metro silencioso y al llegar a la Estación Los Héroes vi que habían cambiado las imágenes de nuestros próceres por las fotos de todos los jugadores del equipo chileno. A mi personalidad saturnina le chocó un poco, pero luego lo tomé como una humorada. Cuando ya eran las 9 percibí que Chile podía estar ganando porque el señor del kiosco de diarios me saludó muy contento y él siempre está de gruñón. Me asombré al ver tan pocos autos circulando por la Avda. Manquehue y todos tan relajados como si fuese un día festivo.
Al poco rato los gritos y bocinazos hicieron patente el triunfo chileno. Encendí la tele porque quise disfrutar, al menos como espectadora de esta alegría y vi como una gran marea roja inundaba Santiago desde la Plaza de la Constitución, desde la Vega, desde Plaza de Armas, todos ingresando por las principales arterias hasta la Plaza Italia, lugar ícono de los festejos nacionales. La gente no estaba contenta sino que feliz. Algunos con sus caras pintadas con los colores patrios, otros con pelucas tricolores. Muchos agitando banderas, pero todos unidos en una misma alegría. Un abuelito bailaba con su nietecito, una pareja estaba afónica de tanto gritar. Otros sostenían una bandera gigantesca y la usaban de cama elástica y saltaban presos del júbilo que les causa esta fiebre… Todo era alegría y felicidad… Dí un pa
seo por los canales nacionales y nadie estaba triste. Ver a todos felices es contagioso y quise ser infectada por este virus.
Al mediodía, de regreso a mi hogar observé que, aunque más calmado continuaba el clima de alegría y en el metro todos los pasajeros intercambiamos miradas de complicidad… Al bajarme en Los Héroes volví a mirar las fotos de los jugadores de “La Roja” y que casi les hice
un saludillo de respeto. Han dado tanta alegría a un país todavía con resabios de duelo que la verdad es que si, son unos héroes nacionales…
Ahora que me dispongo a cerrar mi día quiero pasar un avisito: Si alguno de mis amigos tiene el virus de la Fiebre Roja, le ruego que venga a mi casa porque yo quiero contagiarme. Quiero ser una víctima más de esta terrible enfermedad…


Abrazos contagiosos mis amigos


Me®

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