El pasado jueves 15 nos
preparábamos para celebrar los 88 años de mi padre y mi hermano, que se estaba
sintiendo mal desde el día anterior, de pronto perdió el conocimiento y tuvimos
que salir corriendo a la clínica. Entró muerto. Ya iba muerto desde casa y los
20 minutos que tardamos en llegar fueron cruciales para el desenlace de esta
historia.
Tenía una hernia
intestinal que explotó el día anterior mientras él hacia fuerzas trasladando
unos materiales para remodelar su casa, porque a fin de año se casaba con su
novia de hace 13 años. El desconocía que tenía esa hernia y cuando empezó a
sentirse mal lo atribuyó a las ulceras que constantemente le molestaban, pero
la hernia reventó y repartió sus ácidos por todo el organismo, provocándole el
paro cardiaco de esa mañana.
Tras largas horas de
espera con él conectado a un millón de máquinas, finalmente el médico nos
reunió para contarnos que tenía un 1% de posibilidades sobrevida y las probabilidades
de vida útil de ese porcentaje eran nulas. Fue un shock para todos,
especialmente para mi padre que cayó de rodillas suplicándole a Dios que se lo
llevara a él y no a su “chiquitito” que recién en enero había cumplido los 40
años. Por ser el menor le decían chiquitito, pero superó el metro ochenta.
No pude resistir tanta pena contenida por todas esas horas y salí a caminar por la
calle, con el sol picándome en el rostro bañado en lágrimas mientras solo era
capaz de oír el ruidos de las hojas secas rompiéndose a mi paso… rogaba al cielo
que lloviera a cantaros para que la gente dejara de parar a preguntarme que me
pasaba al tiempo que yo lo único que podía hacer era repetir como un mantra: lo
siento, perdón, gracias, te amo.
Lo siento
por no haber previsto que el tránsito de Plutón te afectaría tanto.
Perdón por
las veces que me faltó tolerancia con tus creencias religiosas…
Gracias
por los años que me regalaste y los bellos recuerdos que me dejas…
Y te amo porque eres una parte de mi y siempre lo serás…
Creí que de dolores ya sabía
suficiente pero esto duele como una punzada quemante. Como si te arrancaran el
corazón, un lugar donde él siempre tuvo un sitio de privilegio, a pesar de que
discutíamos bastante porque él era casi un fanático religioso y yo una “pagana
loca”. Siendo 3 veces Capricornio (Sol, Luna y Ascendente) nada sabía de
flexibilidad y teniendo la Luna en el mismo grado que yo: 28º de Capricornio… éramos
sintonía total… El llegó cuando yo tenía 5 años a alegrarnos la vida a todos
con sus chistes, sus payasadas y su sonrisa. Me encantaba que lo pusieran en mi
cama siendo un bebé tan sonrosado y sonriente para quedarse dormido masajeando
mi oreja. Su Venus y Marte en Acuario le permitieron expresar la originalidad
de su ser. Siempre fuimos los más afines de los hermanos y éramos compinches. En
su adolescencia, cuando hacía sus fiestas en casa me iba a buscar a mi para que
bailáramos, soportando las burlas de sus amigos por bailar con la hermana.
Y me pregunto ¿Qué voy a
hacer cuando mire esos muros que construiste en casa? ¿Qué pasará cuando
recorra el jardín que diseñaste? ¿Voy a poder escuchar a Sting alguna vez sin imaginarte
con la guitarra imitándolo? ¿Podré almorzar los domingos frente a tu puesto
vacío? ¿Voy a poder preparar lasaña sin pensar en que la disfrutarás como
Garfield? ¿Qué voy a hacer cuando vea a tu hijo que es tu vivo retrato de
cuando tenías 20 años? ¿Y cómo volveremos a celebrar los cumpleaños del papá en
el mismo día que te fuiste? Y esas bromas y pesadeces que siempre me decías y
me cargaban, ahora daría cualquier cosa por volver a escucharlas…
Lo se… todo obedece a
fines superiores que ahora no alcanzo a comprender y espero algún día poder
hacerlo
Lo se… todo es perfecto…
era parte del contrato. Lo pactamos antes de venir a este planeta donde decidiste
que serías mi maestro del dolor y yo tu más leal discípula.
Lo se… esto es para mi
mayor crecimiento y de todos quienes lo estamos viviendo… ¡Pero como duele
crecer!
Tú eras el único que
comprendía mi amor por el arte y recuerdo como babeabas contándome que tu hijo
entró a la U a estudiar Artes Visuales y siempre me impulsaste a aprender más y
más sobre música, pintura y escritura… y
hoy he decidido, en honor a ti y a nuestro nodo compartido en casa 5, dejar
todo lo que me separe de la creación, es el único homenaje que puedo ofrecerte.
Hasta siempre Sebastián…
tú no has muerto… vivirás en mi corazón por el resto de mi vida…
En Amor y mucha más
conciencia.
Si reenvias este texto, respeta el trabajo de la autora, no elimines ni cambies su nombre ni el texto. Cita la fuente correctamente. Se consciente de tu ética espiritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario