martes, 6 de marzo de 2012

El Tren de la vida…



Alguien me dijo alguna vez que la vida es un tren… Todos somos pasajeros que subimos en distintas estaciones para encontrarnos y compartir tantas experiencias: alegrías y tristezas, sueños y esperanzas, amores y desamores… la aceptación y la queja, el miedo y la confianza… la vida y también la muerte...

Este tren –como la vida– no deja de avanzar… viaja fiel a su ruta aunque en su interior las personas vivan una ilusión de quietud, de inmovilidad, de estancamiento… y a menudo olviden que son viajeros, simples pasajeros que llegarán a su destino y tendrán que bajar en alguna estación…

Todos somos viajeros de esta vida. Nos movemos hacia distintos lugares, con motivaciones diferentes. Soñamos distintas metas, pero nos une el mismo camino… aunque en distintos carros vamos siendo conducidos hacia nuestros destinos.
Lo importante es disfrutar del viaje, sin olvidar que es solo eso: un viaje.

El viaje es opcional, aunque muchos creen que es obligatorio. Somos nosotros quienes compramos el boleto y decidimos el rumbo, y el vagón en que viajaremos… porque cada carro representa un tono vibratorio y el entorno en el que decidimos nacer… Hay quienes viajan en clase Vip, otros en clase económica, los hay que pagan su ticket ofreciendo algún servicio dentro del tren y también están presentes los de la empresa del ferrocarril, quienes ofrecen este viaje…

Cuando nos subimos al tren sabemos que solo tenemos claridad respecto al lugar en que nos bajaremos pero no somos nosotros los conductores de este tren y estamos sujetos a las variaciones que pueda ofrecer el camino. De pronto estaremos detenidos más del tiempo deseado en alguna estación o quizás algún pasajero se enferme o yo misma sufra inconvenientes que alteren mis expectativas de viaje y eso es solo para desapegarnos... misión conjunta de todos los pasajeros de este tren...

Entre los viajeros están quienes viajan muy despiertos, conscientes de que están en una travesía e intentan disfrutar al máximo de la aventura… los que viajan semi conscientes de que solo están de paso en este tren, pero no les importa mucho ahondar en las razones de su periplo y están los que viajan completamente dormidos, sin darse cuenta de que el tren está en movimiento, que avanza modificando cada tanto el paisaje y que de vez en cuando se detiene en alguna estación dejando pasajeros…

La mayoría está muy encariñado con este viaje y no quieren pensar ni hablar de ese día en que tendrán que bajarse. Les aterra pensar en esa aventura que es enfrentar lo desconocido… y viajan así, temerosos, evadiendo la realidad con las numerosas entretenciones que ofrece este convoy. Viviendo un sueño que los hace apegarse más y más a este viaje que un día tendrá fin.

Subirse al tren de la vida y olvidar que estamos de viaje parece una estupidez… pero todos somos algo estúpidos en eso porque negamos la idea de que nos estamos moviendo hacia un destino previamente elegido por nosotros. Viajamos adormilados, preocupados y otros temerosos, vibrando en evasión y ansiedad olvidando que nuestro viaje –y el de todos– tiene un propósito.

Por eso mi querido lector, lo invito a disfrutar de esta aventura que usted mismo eligió. Siéntase a gusto en este tren y goce de todas las bondades  que su vagón, los otros pasajeros y el paisaje mismo le ofrecen.

Viajar es una experiencia maravillosa, sobre todo cuando ese viaje se llama VIDA…

Feliz Viaje!

Me® 

 Si reenvías este texto, respeta el trabajo de la autora, no elimines ni cambies su nombre ni el texto. Cita la fuente correctamente. Se consciente de tu ética espiritual.

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