La crisis ya es una asidua visitante nuestra… Conocida por muchos e incluso
de algunos se ha vuelto una compañera… así
como para otros se ha convertido en su peor enemiga…
Esta dama –la crisis– llega a nuestras vidas en el preciso instante en que
nos estancamos en nuestro crecimiento. Ella viene a visitarnos con el único
propósito de patearnos el trasero y dejarnos un poco más adelante… Sí, ella usa
métodos que no son muy ortodoxos, pero sabe que si es blanda en su trato hacia
nosotros la ignoraremos, por eso se presenta con su cara más dura, solo para quitarnos
la venda del adormecimiento y mostrarnos que existen otros caminos.
¿Te imaginas que la semilla no quisiera germinar y entrara en pánico al
tener que vivir ese cambio que la llevará a convertirse en maravillosa flor?
Este mundo tendría menos vida, menos colores y aromas… Pero afortunadamente las
flores no son como los humanos y se atreven, osan vivir ese cambio que para
nosotros representa una crisis. Se transforman en brote, permiten que les crezca
un tallo, salen a las luz y ven crecer sus verdes hojas para luego florecer…
Ellas se atreven a desarrollar todo su potencial. Dejan ver lo maravillosas que
son y luego vuelven a ser semillas para continuar con el eterno ciclo vital…
Por ahí dicen que crisis viene de crecimiento… y pues esa es la misión de
tan mentada señora –la crisis– dejarnos un poco más adelante, más fortalecidos después
de cada visita que nos hace. Y es que el crecimiento es nuestro destino. Ser
mejores, avanzar hacia otros lugares, ampliar nuestros horizontes, mirar todo
desde arriba… y para eso hay que crecer.
La verdad es que si fuésemos menos apegados a todo –incluso al sufrimiento–
tendríamos un buen manejo de crisis. Pero nos gusta revolcarnos en el dolor por
un buen rato hasta que no queda otra salida que hacer el cambio, aceptarlo y
empezar a dar los pasos necesarios para salir de ese estado.
Los invito a hacer memoria… ¿Recuerdas la última visita de doña crisis? Seguro fue justo
antes de dar un importante vuelco a tu vida que te generó más alegría, más
confianza, más aceptación… Hasta que volviste a sentirte demasiado cómodo en
eso y empezó el aburrimiento abriendo nuevamente las puertas a doña crisis.
Nosotros no invitamos a la crisis –al menos de manera consciente– sino que
ella nos invade con su presencia cuando la comodidad de nuestro mundo conocido
se ha vuelto una cárcel de la que no encontramos la salidad… Cuando todo se
vuelve gris, cuando no somos felices y empezamos a vivir como autómatas es que
estamos inconscientemente llamando a la crisis para que nos saque de ese estado
y volver a sentirnos vivos. Es la invitación del alma a la transformación de
nuestras vidas, la oportunidad de sacar a relucir nuestra luz, de despertar
nuestro potencial…
Por todo eso y por mucho más… Bienvenida sea la crisis…
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