Alguien me
dijo alguna vez que la vida es un tren… Todos somos pasajeros que subimos en distintas
estaciones para encontrarnos y compartir tantas experiencias: alegrías y
tristezas, sueños y esperanzas, amores y desamores… la aceptación y la queja, el
miedo y la confianza… la vida y también la muerte...
Este tren –como
la vida– no deja de avanzar… viaja fiel a su ruta aunque en su interior las
personas vivan una ilusión de quietud, de inmovilidad, de estancamiento… y a
menudo olviden que son viajeros, simples pasajeros que llegarán a su destino y
tendrán que bajar en alguna estación…
Todos somos
viajeros de esta vida. Nos movemos hacia distintos lugares, con motivaciones
diferentes. Soñamos distintas metas, pero nos une el mismo camino… aunque en
distintos carros vamos siendo conducidos hacia nuestros destinos.
Lo
importante es disfrutar del viaje, sin olvidar que es solo eso: un viaje.
El viaje es opcional, aunque muchos creen que es obligatorio. Somos
nosotros quienes compramos el boleto y decidimos el rumbo, y el vagón en que
viajaremos… porque cada carro representa un tono vibratorio y el entorno en el que
decidimos nacer… Hay quienes viajan en clase Vip, otros en clase económica, los
hay que pagan su ticket ofreciendo algún servicio dentro del tren y también
están presentes los de la empresa del ferrocarril, quienes ofrecen este viaje…
Cuando nos
subimos al tren sabemos que solo tenemos claridad respecto al lugar en que nos bajaremos pero no
somos nosotros los conductores de este tren y estamos sujetos a las variaciones
que pueda ofrecer el camino. De pronto estaremos detenidos más del tiempo
deseado en alguna estación o quizás algún pasajero se enferme o yo misma sufra inconvenientes que alteren mis expectativas de viaje y eso es solo para desapegarnos... misión conjunta de todos los pasajeros de este tren...
Entre los
viajeros están quienes viajan muy despiertos, conscientes de que están en una
travesía e intentan disfrutar al máximo de la aventura… los que viajan semi
conscientes de que solo están de paso en este tren, pero no les importa mucho
ahondar en las razones de su periplo y están los que viajan completamente
dormidos, sin darse cuenta de que el tren está en movimiento, que avanza
modificando cada tanto el paisaje y que de vez en cuando se detiene en alguna
estación dejando pasajeros…
La mayoría
está muy encariñado con este viaje y no quieren pensar ni hablar de ese día en
que tendrán que bajarse. Les aterra pensar en esa aventura que es enfrentar lo
desconocido… y viajan así, temerosos, evadiendo la realidad con las numerosas
entretenciones que ofrece este convoy. Viviendo un sueño que los hace apegarse
más y más a este viaje que un día tendrá fin.
Subirse al
tren de la vida y olvidar que estamos de viaje parece una estupidez… pero todos
somos algo estúpidos en eso porque negamos la idea de que nos estamos moviendo
hacia un destino previamente elegido por nosotros. Viajamos adormilados,
preocupados y otros temerosos, vibrando en evasión y ansiedad olvidando que
nuestro viaje –y el de todos– tiene un propósito.
Por eso mi
querido lector, lo invito a disfrutar de esta aventura que usted mismo eligió.
Siéntase a gusto en este tren y goce de todas las bondades que su vagón, los otros pasajeros y el
paisaje mismo le ofrecen.
Viajar es
una experiencia maravillosa, sobre todo cuando ese viaje se llama VIDA…
Feliz
Viaje!
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