Debo admitir que soy de las pocas personas
que confiesan practicar libremente el sano arte de llorar… Sí, porque llorar
nos purifica y nos sana.
He llorado casi tanto como he reído y mis
lagrimas pueden brotar a raudales con solo mirar los ojos de mi fiel canino,
también viendo una de esas películas legendarias o simplemente recordando
alguna situación conmovedora.
Siempre que una persona llora suele
acercársele alguien que, sobándole un brazo o acariciando su hombro le dice con
aflicción: No llores ya que socialmente no está bien visto
llorar frente a otros porque es atribuido a debilidad, falta de dominio de si
mismo y a excesiva emocionalidad. Olvidamos que todos llegamos a este mundo
llorando y el llanto es una liberación para el alma y también para el cuerpo.
Tal como aseamos nuestra casa para eliminar los desechos y olores, el cuerpo,
la psiquis, el alma necesitan un fuerte aseo emocional y es bueno liberar esa
tristeza, ese dolor, esa impotencia, los miedos, las fobias, la nostalgia…
Otra actitud muy común cuando alguien se
desborda emocionalmente a través de las lágrimas es retirarse. A muchos el
enfrentamiento con las emociones les duele y prefieren no vivirlo.
Desde el punto de vista físico el llanto
es el desborde de los lagrimales que proporciona hidratación a los ojos y
liberar hormonas de bienestar lo que permite
disminuir los altos niveles de angustia y actúa como un calmante natural de la
intensidad emocional. Después de llorar se entra en un estado de relajación al igual que después de la
tormenta llega la calma.
No llorar es acumular todos los desechos
emocionales en alguna parte del cuerpo y transformarlos en enfermedad o sacarlos
afuera transformados en rabia o depresión, lo que genera más desechos tóxicos
aún.
Llorar es la expresión del cuerpo a tanta
opresión, represión, confusión y estrés. Quien es capaz de llorar se libera y
abre las compuertas de su alma para que ésta pueda fluir libremente. No llorar
coloca un muro entre nosotros y las emociones, nos escinde del corazón y nos
deja con una sensación de angustia y soledad.
Muchas personas me comentan que no pueden
llorar, que les cuesta soltarse y puedo comprenderlo porque en algún tiempo
estuve así, totalmente bloqueada y era porque mi cabeza gobernaba mi vida y
había apagado el botón de conexión con las emociones y me mantuve así apagada
un par de años hasta que un día se encendió nuevamente y me puse al día por
todo lo que no había llorado.
Aunque el llorar se asocia a la tristeza,
muchas veces lloramos de felicidad…
Todos hemos vivido o presenciado escenas
de la vida donde es imposible no llorar emocionados, porque el detonante de las
lágrimas es la emoción y éstas pueden ser extremadamente alegres o
extremadamente tristes.
Sí, he llorado mucho y no solo de tristeza,
también de alegría, de nervios, de rabia, de miedo, de impotencia, de
nostalgia, de alivio, de fragilidad, de solidaridad, de amor… Y contrariamente
a lo que muchos creen, las lágrimas no me han debilitado sino muy por el
contrario, me han hecho más fuerte y me han ayudado a conocer y abrazar mi
mundo interior.
No me molesta que algunos digan que soy
una llorona, creo que es una característica más y no me hace mejor ni peor que
nadie… es simplemente una parte de mi que me permite fluir desde el alma y me
conecta con lo que realmente soy.
Llorar es siempre una sanación para el
alma, sea lo que sea que estemos liberando permite que cerremos un ciclo porque
siempre hay un antes y un después de esas lágrimas.
Yo los invito hoy a llorar por todo lo que
no hemos llorado porque nos hemos estado reprimiendo… porque la verdad es que a
veces cuesta encontrar ese momento a solas para poder soltarnos y expresar eso
que llevamos dentro...
Llorar es tan sano como reír o como
comunicar y expresarse… quitémosle la sobrecarga de energía negativa que le
hemos puesto al sano arte de llorar y hagámonos el regalo de permitirnos
liberar todo ese llanto reprimido…. No habrá arrepentimiento porque las lágrimas
siempre son sanadoras…
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