Apego
significa aferrarse a algo, deseando que nunca deje de ser como es. Pero eso es
pedir lo imposible. El joven quiere permanecer joven para siempre, pero eso es
imposible; más tarde o más temprano tiene que envejecer. Pero la vejez, más que
proporcionar alegría, comporta sufrimiento, cuando, por el contrario, debería
ser la culminación misma de la vida. Debería ser la cumbre más alta, coronada
de nieve, pero es un agujero negro.
Es un
agujero negro porque nos hemos aferrado a la juventud. Nos aferramos al cuerpo,
pero llegará un día en que el cuerpo desaparecerá. Habítalo, ámalo, respétalo y
cuídalo, pero no te apegues a él. Recuerda que es una posada: un alojamiento
para una noche; pero hay que partir por la mañana.
Y lo
mismo ocurre con todo. Te enamoras de una persona, te apegas a ella y acto
seguido empieza el sufrimiento. Te vuelves posesivo, pues temes que se enamore
de otra persona. Empiezas a ponerle trabas, a obstruir su libertad y a
reducirla a un objeto. Todo el amor y el respeto empiezan a desvanecerse y
dejan paso a un enfrentamiento continuo entre dos egos. Tú quieres poseerla a
él y él quiere poseerte a ti. ¿Cómo puede haber amor en esa guerra constante?
El apego destruye el amor; es veneno para el amor.
Ama
profundamente, intensamente, pero no mezcles la posesión ni los celos. A buen
seguro que aparecerán, si te apegas.
El
mayor arte que hay que aprender en la vida es a flotar sin apegos; a pasar por
la vida sin resultar afectado por nada. Las cosas vienen y van, pero tú permaneces
absorto en tu yo: concentrado y sereno.
Osho,
El ABC de la iluminación
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