miércoles, 8 de septiembre de 2010

Mensaje para tu Niño Interior.


A veces nos invade una sensación de tristeza que no logramos controlar.

Percibimos que el instante mágico de aquel día pasó y que nada hicimos. Entonces la vida esconde su magia y su arte.

Tenemos que escuchar al niño que fuimos un día y que todavía existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de momentos mágicos. Podemos reprimir su llanto, pero no podemos acallar su voz. Ese niño que fuimos un día continúa presente.

Bienaventurados los pequeños, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Si no nacemos de nuevo, si no volvemos a mirar la vida con la inocencia y el entusiasmo de la infancia, no tiene sentido seguir viviendo.

Existen muchas maneras de suicidarse. Los que tratan de matar el cuerpo ofenden la ley de Dios. Los que tratan de matar el alma

también ofenden la ley de Dios, aunque su crimen sea menos visible a los ojos del hombre.

Prestemos atención a lo que nos dice el niño que tenemos guardado en el pecho. No nos avergoncemos por causa de él. No dejemos que sufra miedo, porque está solo y casi nunca se le escucha.

Permitamos que tome un poco las riendas de nuestra existencia. Ese niño sabe que un día es diferente a otro.

Hagamos que se vuelva a sentir amado. Hagamos que se sienta bien, aunque eso signifique obrar de una manera a la que no estamos acostumbrados, aunque parezca estupidez a los ojos de los demás.

Recuerden que la sabiduría de los hombres es locura ante Dios. Si escuchamos al niño que tenemos en el alma, nuestros ojos volverán a brillar.

Si no perdemos el contacto con ese niño, no perderemos el contacto con la vida...
 
Paulo Coelho.

M

martes, 7 de septiembre de 2010

El Perdón


ڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڰۣڿڰۣ
Si su pasado fuera tu pasado, 
si su dolor fuera tu dolor, 
si su nivel de conciencia 
fuera tu nivel de conciencia, 
pensarías y actuarías exactamente 
como él o ella. Esta comprensión
trae consigo, perdón, compasión y paz.

Eckhart Tolle, en “La quietud habla”.
ڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڿڰۣڰۣڿڰۣ
Me®

jueves, 2 de septiembre de 2010

Perlas a los cerdos…


Recuerdo que me costó mucho integrar esa frase atribuida a Jesús: No tires perlas a los cerdos… Y la verdad es que recién hace bien poco pude comprender el profundo mensaje que nos dejó el Divino Maestro cuando declaró que: no tiremos nuestras perlas a los cerdos.

Para la tradición judía los cerdos son lo más bajo en la escala evolutiva porque se recrean en el barro, se alimentan de basura y en aquella época se creía que este bello mamífero era de muy escasa inteligencia.
Las perlas simbolizan lo valioso de cada uno, su propia sabiduría… y en ese tiempo y en ese contexto no puedes tirar lo valioso de ti a unos puercos que retozan en el barro y se alimentan de excrementos y desechos…

Bueno, pues en la vida nos pasa a todos que cuando entramos en la senda espiritual a descubrimos lo dormidos que estábamos queremos salir corriendo y despertar al resto de las personas… es tanta la efusividad que algunos quieren imponer su hallazgo por la fuerza y la frustración puede ser muy grande al darnos cuenta que los demás no comprenden nada de esta nueva verdad que les estamos entregando y generalmente nos tildan de locos o por lo menos de “raros”…

Con el tiempo aprendemos que debemos respetar los tiempos de las personas… Cada cual decide cuando y como despertar y por mucho que te duela ver a tu pareja o tu padre o hija, sumidos en un sueño cataléptico, no sería conveniente despertarlos a cachetadas ni menos a balazos… que es como muchos intentan remecer a los demás.

En estos nuevos tiempos vemos a muchos seres recién despiertos que se creen dueños de la verdad y quieren –con la mejor de las intenciones– entregar su verdad a la humanidad y crean páginas web, compran espacios en radio o tv, se hacen youtubers y compran seguidores en páginas de alguna red social… y la mayoría se autoproclama maestro y llenan sus días entregando esta verdad que salvará el alma de los demás… es el típico comportamiento de quienes recién despertaron y caen en esa fase llamada del predicador.

A cada persona le llega el momento de despertar y encontrarse consigo mismo… Eso es un camino personal, demasiado íntimo para compartirlo con el resto y sobre todo único… nadie despierta igual que otro ni en la misma línea de tiempo.

Recuerdo hace muchos años haber asistido a una charla donde el conferenciante explicaba la incapacidad de ver lo mismo que ven otras personas con diferente nivel de conciencia… y puso el ejemplo de un niño que reclamaba su biberón desde su andador y su madre le señalaba el mesón de la cocina. El pequeño desde su nivel no podía ver lo que había sobre la mesa, su paisaje era totalmente distinto porque podía ver la mesa desde abajo y no apreciaba nada… la madre no comprendía porque lloraba si su papilla ya estaba lista y el pequeño no podía verla… Es así como los seres de bajos niveles de conciencia no podrán entender mucho de lo que les dices… Su paisaje es distinto… Se esforzarán por demostrarte que eres tú quien está en un error –recuerda que mientras más elemental, más grande es su ego– y podrás estar meses explicando con peras y manzanas algo que no están preparados para comprender sobre todo si intentan intelectualizar algo como la espiritualidad… Y no es por falta de inteligencia o por deseos de jorobarte… Es simplemente porque en ese nivel de conciencia no pueden digerir lo que les estás entregando… Es imposible!

Por eso no luches… No intentes ni te desgastes con personas que solo están pendientes de ti para ver por donde te caes y entrar ellos a corregirte porque se han fanatizado con algún dogma.
Honra tu Sabiduría… Cultiva la serenidad y no entres en conflictos burdos solo por querer tener razón…

Respeta los tiempos y espacios de los demás… no tires tus perlas a los cerdos… guárdalas, consérvalas para compartirlas con quienes sean capaces de valorarlas y disfrutarlas contigo en una buena conversación, en un bello proyecto. No desperdicies ni ensucies algo tan sagrado como tu sabiduría interior…

Cuando estés con personas de niveles de conciencia bajos puedes hablar de tantísimas cosas sin necesidad de entrar en tu espacio sagrado… habla de sus dogmas, del último libro que se leyeron, del clima, de la familia… Y resguarda tus tesoros… Hasta el momento en que estén listos para descubrirlos.

Me® 

 Si reenvías este texto, respeta el trabajo de la autora, no elimines ni cambies su nombre ni el texto. Cita la fuente correctamente. Se consciente de tu ética espiritual.

Kintsugi...


Existe en Japón un viejo arte que repara objetos dañados enalteciendo la zona estropeada rellenando sus grietas con un fuerte adhesivo y cubriéndola luego con oro y en ciertos lugares con plata. Ellos celebran y acentúan el defecto de esa parte de la pieza porque para los orientales esa es la prueba de la fragilidad e impermanencia de las cosas terrenales.

Ellos tienen la creencia de que cuando algo sufre un golpe y ha quedado partido o trizado se vuelve más hermoso, más real, debido a que ahora si tiene una historia para contar. Han sobrevivido al golpe o la caída así que ahora serán más y resistentes.

Eso lo aplican también a las personas. Cuando alguien ha vivido experiencias duras, pérdidas, fracasos, en vez de compadecerlo lo enaltecen, porque ha demostrado su fuerza y capacidad de resilencia.

Contrariamente a lo que ocurre en nuestra cultura donde la tendencia es ocultar las duras experiencias, los golpes o quebraduras, el dolor, la tristeza y los errores o equivocaciones, quienes practican este milenario arte buscan resaltar la herida de la pieza para demostrar que algo que ha sido capaz de soportar un duro golpe se vuelve mucho más valioso porque ha ganado en fortaleza porque se ha convertido en la zona de mayor resistencia de la pieza. No será fácil destruirla.

También en la cultura occidental somos reacios a reparar… cuando algo se rompe, por bello que sea y aunque tenga cierto valor monetario, se tira a la basura porque existe la superstición de que “trae mala suerte”, pero es una forma de quitar de nuestra vista esa pérdida para mantenernos alejados de la idea de impermanencia y así no recordar que todo puede variar de un momento a otro… que nada es eterno en este plano.

En los currículos de las personas “exitosas” nunca cuentan sus caídas, sus tropiezos o derrotas… Quedaría mal visto. Pero la verdad es que podría ser muy bien visto conocer que esa persona se ha sobrepuesto a un dolor, hablaría de su fortaleza, de su capacidad de reconciliarse con la vida.

Desde la mirada del ego una caída, una rotura, un quiebre, una marca puede significar la derrota en esta vida y no volver a levantarse jamás… pero tras los ojos del espíritu, una caída es una oportunidad para hacerte más fuerte, levantarte, sacudirte, tragarte el orgullo y seguir caminando… Se puede!

También podemos llevar esta reflexión hacia los otros, cuando quebramos o destrozamos a los demás con palabras o acciones ¿Nos tomamos el tiempo de reparar ese daño? Y si somos capaces de hacerlo ¿Resaltaríamos esa herida con oro? O la mantendríamos oculta para que nadie se entera que alguna vez entre nosotros hubo un quiebre? A veces una relación puede fortalecerse aún más con un buen golpe…

Miremos la vida de otra manera… enfoquemos con ojos de artista para ver el detalle y encontrar belleza en ese pequeño “defecto” o cicatriz que llevan los demás en su cuerpo o su alma… Eso los vuelve más hermosos… Han debido recurrir a todo su valor para superar el dolor y el proceso de sanación o cicatrización. Una persona herida es más consciente, más espiritual…

Entonces yo los invito a practicar en Kintsugi en nuestra alma, en el alma de los demás… podemos reparar un corazón roto, un alma herida… Podemos poner hilos de amor y compasión ahí donde el daño es más grande y resaltarlo para no olvidar que somos humanos, que la vida es frágil y que un dolor o una crisis son parte del crecimiento en esta vida… pero que no debemos derrotarnos… porque lo que quiere transmitirnos el Kintsugi es que somos auténticos guerreros de esta vida… Hemos venido a vencer dificultades y a no rendirnos jamás…

Un abrazo mis queridos lectores…

Me® 

lunes, 30 de agosto de 2010

... Y seguí cantando...


Como La Cigarra

Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aqui
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.

Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui
sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la única vez,
y volví cantando.

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
tantas noches pasarás
desesperando.
A la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.

María Elena Walsh
Me®

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