miércoles, 10 de febrero de 2010

Mi Amigo el Mar


Desde muy niña he sentido fascinación por el mar. Lo conocí cuando tenía apenas un mes de vida y me contaba mi abuela que ella, contra la voluntad de mis padres, tomó agua entre sus manos y la roció sobre mi cabeza recién rasurada… Fue casi un bautizo mientras era sostenida en los brazos de mi abuelo quien me presentaba a este majestuoso amigo tan azul y ondulante como serían mis emociones… y desde ahí quedé atrapada en estos poderosos brazos Neptunianos…

Tengo la suerte de vivir a una hora de camino de las más bellas playas de la zona central del país y así es que podido pasar la mitad de mi vida perdida en los azulados paisajes marinos.
Hubo un tiempo, cuando vivía en otro país, en una ciudad muy lejos del mar, en que siempre me las arreglaba para pasar en una playa varios días al mes…
Para mi el mar es sagrado. Por algún tiempo lo consideré casi una deidad y lo honré y respeté como tal.

Revisando el álbum de mi vida veo como todos los sitios a los que he viajado y los momentos más importantes, esos que llenan el corazón de felicidad, tienen como telón de fondo un mar azul, verde, turquesa, con reflejos dorados y a veces gris… El ha sido mi gran compañero en más de una vida ya que mi Nodo Sur se encuentra en Piscis. Así que me considero una gota más de ese infinito océano.

Recuerdo que, en la adolescencia, una amiga de mi madre le decía a ésta que me hiciera ver porque no era normal pasar tantas horas junto al mar, que las niñitas normales iban de fiesta o de compras, pero no hacían eso de caminar por las orillas del mar o contemplar extasiada el vaivén de las olas sentada en una roca… mi madre le hizo caso y luego el psicólogo le explicó que tenía una hija muy intro y que me buscara medios de expresión porque me costaba la extroversión de manera común o normal… y fue cuando me inscribieron en clases de canto, música, baile y cuanta cosa relacionada con el arte encontraron y en todas me sentía bien… en tanto yo continuaba con mi eterno romance con este gran amigo de aguas azules y danzantes…

No concibo la vida sin pasar algún tiempo cerca de este gran amigo, pero he encontrado personas que no han visto nunca el mar y me han provocado un  sentimiento de mucho pesar. Me cuesta imaginar la vida sin poder dejarse acariciar por estos ondeantes brazos acuosos… Para mi es tan imposible como intentar vivir sin el aire que respiramos.

La vida junto al mar se vuelve más placentera. Desde que las ropas que usamos para protegernos del clima húmedo es más liviana y el calzado para caminar sobre arena es más cómodo hasta la embriaguez que provoca en los sentidos el aire purificado, la visión se llena de la majestuosa presencia azul, y los oídos escuchando el clamor de las olas, la piel recibiendo la suave caricia de la brisa marina o los dorados rayos del sol, los pies siendo masajeados por esos granos arenosos… todo se vuelve maravilloso junto al mar.

Estando en presencia del mar se facilita en viaje interior. Nos reconectamos con nuestra esencia. La vida en la ciudad nos desconecta de nosotros mismos ya que requiere de un accionar automático. Nos alejamos de los que somos por responder de manera mecánica a todos los requerimientos de la vida citadina… Estando junto al mar reconectamos con lo que somos, volvemos al origen y eso nos pone alegres, receptivos, confiados, serenos...

Independiente del concepto de “arena y sol” que asocia al mar con playas rebasadas de gente en bañador, pieles bronceadas, música, fiestas y desenfreno, para mi el mar es un compañero… es inspiración… es relajo… es pasión… es mi amigo, el Mar…

Me® 

 Si reenvias este texto, respeta el trabajo de la autora, no elimines ni cambies su nombre ni el texto. Cita la fuente correctamente. Se consciente de tu ética espiritual.

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