Desde muy niña he sentido fascinación por el mar. Lo conocí
cuando tenía apenas un mes de vida y me contaba mi abuela que ella,
contra la voluntad de mis padres, tomó agua entre sus manos y la roció sobre mi cabeza recién rasurada… Fue casi un bautizo mientras
era sostenida en los brazos de mi abuelo quien me presentaba a este majestuoso
amigo tan azul y ondulante como serían mis emociones… y desde ahí quedé
atrapada en estos poderosos brazos Neptunianos…
Tengo la suerte de vivir a
una hora de camino de las más bellas playas de la zona central del país y así
es que podido pasar la mitad de mi vida perdida en los azulados paisajes marinos.
Hubo un tiempo, cuando vivía
en otro país, en una ciudad muy lejos del mar, en que siempre me las arreglaba
para pasar en una playa varios días al mes…
Para mi el mar es sagrado.
Por algún tiempo lo consideré casi una deidad y lo honré y respeté como tal.
Revisando el álbum de mi
vida veo como todos los sitios a los que he viajado y los momentos más importantes,
esos que llenan el corazón de felicidad, tienen como telón de fondo un mar
azul, verde, turquesa, con reflejos dorados y a veces gris… El ha sido mi gran
compañero en más de una vida ya que mi Nodo Sur se encuentra en Piscis. Así que
me considero una gota más de ese infinito océano.
Recuerdo que, en la
adolescencia, una amiga de mi madre le decía a ésta que me hiciera ver porque no era normal pasar tantas horas junto al mar, que las
niñitas normales iban de fiesta o de compras, pero no hacían eso de caminar por
las orillas del mar o contemplar extasiada el vaivén de las olas sentada en una
roca… mi madre le hizo caso y luego el psicólogo le explicó que tenía una hija
muy intro y que me buscara medios de expresión porque me costaba la extroversión
de manera común o normal… y fue cuando me inscribieron en clases de canto,
música, baile y cuanta cosa relacionada con el arte encontraron y en todas me
sentía bien… en tanto yo continuaba con mi eterno romance con este gran amigo
de aguas azules y danzantes…
No concibo la vida sin
pasar algún tiempo cerca de este gran amigo, pero he encontrado personas que no
han visto nunca el mar y me han provocado un
sentimiento de mucho pesar. Me cuesta imaginar la vida sin poder dejarse
acariciar por estos ondeantes brazos acuosos… Para mi es tan imposible como
intentar vivir sin el aire que respiramos.
La vida junto al mar se
vuelve más placentera. Desde que las ropas que usamos para protegernos del
clima húmedo es más liviana y el calzado para caminar sobre arena es más cómodo
hasta la embriaguez que provoca en los sentidos el aire purificado, la visión se
llena de la majestuosa presencia azul, y los oídos escuchando el clamor de las
olas, la piel recibiendo la suave caricia de la brisa marina o los dorados
rayos del sol, los pies siendo masajeados por esos granos arenosos… todo se
vuelve maravilloso junto al mar.
Independiente del concepto
de “arena y sol” que asocia al mar con playas rebasadas de gente en bañador,
pieles bronceadas, música, fiestas y desenfreno, para mi el mar es un compañero…
es inspiración… es relajo… es pasión… es mi amigo, el Mar…
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